La reconocida educadora e investigadora María Teresa Sirvent (UBA) ofreció el 6 de diciembre, en la FCEDU, una conferencia abierta en el marco de la Especialización y Maestría en Docencia Universitaria
María Teresa Sirvent tiene 80 años, es docente e investigadora, visita la FCEDU invitada por la Especialización y Maestría en Docencia Universitaria. Va a hablar, según ella misma definió, acerca de cómo se engarzan el arte y la ciencia. Que tiene 80 años no sería tan importante si no fuera que advirtió, a poco de empezar su exposición, que esta tarde contará algo que no ha dicho nunca en público.
Confiesa que «ni a los alumnos» se lo ha dicho. Pero de pronto sintió que era el momento, «por Susana [Celman], por Rosarito [Badano], por los amigos», que están allí, rodeándola. Entonces, por fin, lo dice: «Yo bailo».
Desde los cuatro años que baila. «Bailé siempre. He sido profesora de danza clásica, española, folclórica. He trabajado con María Fux en contemporánea. Y hoy participo de un grupo de mujeres maduras, yo soy la más madura –aclara, risueña–. Hace dos días hicimos una muestra en el Centro Cultural Borges de Buenos Aires».
Dice que va a hablar de lo que lee, siente y mira de danza, pero sobre todo, de lo que hace con su cuerpo. «Los cuerpos hablan. Transmiten saber. Y los cuerpos todos juntos, generan conocimiento. Uno de los aspectos que yo quiero señalar es que el arte, y en este caso la danza, también tiene el poder de construir conocimiento y convertirlo en un elemento de socialización».
Engarces
«La palabra engarce me encanta. Busqué su definición para poder armar una plática con este concepto: según el diccionario de la RAE implica metal en el que se engarza una cosa con otra, especial en joyería. Hoy cuando estaba reviendo lo que deseo compartir, pensaba que sí, esta unión de la ciencia y el arte realmente es una joya», dice María Teresa Sirvent, como tuviera un amuleto entre las manos.
Reconoce que se fue enamorando de ese engarce, «y buscando la posibilidad de un trabajo serio sobre él». Y que no se imagina trabajando despojada del arte y el compromiso social y político. Advierte que son momentos muy difíciles en América Latina y «yo pensaba que hablar de este engarce suena un poco fuera de la situación que estamos viviendo». Pero aclara: «Hay una búsqueda en este engarce desde el compromiso político».
Además de la danza, otro de sus grandes puntos de contacto con el arte fue su propio esposo, «que era un gran pintor». Entonces, además de contarle al público cuánto aprendió de este engarce a través de la convivencia con un artista, les muestra su cuadro preferido: «Bailemos mientras podamos le puso de título a este cuadro que tanto me gusta», señala, como sorprendida.
Así presentará las aristas que emergen de su propia historia en la investigación científica y en el arte. Las ha clasificado y «hasta ahora son tres las que estoy trabajando: 1) percibir el arte como puente entre el investigador y los grupos de estudios 2) percibir el arte como fuente de metáforas para la ciencia 3) el arte como construcción de conocimientos».
El arte como puente
De 1961 a 1966, María Teresa Sirvent tuvo una de sus primeras experiencias de investigación, donde sintió y empezó a analizar el papel de la danza a través de abordajes que todavía no sabía que se llamaban participativos. Fue una experiencia de educación popular en la Biblioteca Popular de Barracas, al sur de la Capital Federal.
«Casi todas las bibliotecas en ese momento estaban orientadas y organizadas por grupos socialistas y comunistas, muy interesantes todos ellos, pero había una distancia evidente de percepción entre las actividades de la biblioteca, el barrio y los vecinos». Entonces comenzó a pensar cómo acercar esos mundos y la respuesta fue la danza. Bossa nova, tango, folclore. Historia del Brasil, del analfabetismo, percepciones de la ciudad. «Si bien se deseaba que el barrio se acercara a la biblioteca, si aparecía un chico morochito, se lo rechazaba. Eso que después trabajamos, no hubiera podido salir si no era por el papel que la danza estaba jugando en nuestro vínculo», reconoce.
La experiencia se terminó cuando llegó la noche de los bastones largos. «Esto fue el primer hito en mi vida».
El arte como metáfora
A veces, dice María Teresa Sirvent, los enunciados y conceptos complejos de la ciencia pueden ser entendidos sin distorsión en su significado a través de expresiones artísticas.
Cuenta que en una entrevista que le hicieron una vez a Alfredo Halcón, le preguntaron cuál era la función del arte. Y el actor recitó esas líneas de Galeano, en el Libro de los abrazos, cuando el padre lleva al hijo a conocer el mar, y el hijo extasiado de belleza sólo puede decir: ¡Ayudame a mirar!
«Ésa es la función del arte: ayudarnos a mirar y a comprender esta misteriosa experiencia que es la vida, dijo Halcón. Y ésta es también la fascinante función de la ciencia: ayudarnos a mirar y comprender esta misteriosa experiencia que es la vida. Así como hay semejanzas hay diferencias, pero más allá de los conceptos y las metodologías, lo maravilloso de la práctica científica es poder lograr que las aristas de los fenómenos que nos rodean puedan ser estudiadas, identificadas y conocidas», define Sirvent.
Luego, introduce al biólogo Mariano Levin: «Frecuentemente se olvida al científico cuando se habla de creadores, sin embargo, en la antigüedad y hasta el siglo XVIII artista y científico podían coincidir en la misma persona. Nadie pone en duda que la creación artística pertenece al campo de la cultura, pero existe una dificultad para considerar a la ciencia una actividad creadora, incluida en la esfera de lo cultural. Es extraño porque lo artístico y lo científico comparten un elemento fundamental: la libertad y el placer de ejercerla» (Levin, 1998).
De modo que, para Sirvent, actualmente, «las políticas científicas de los organismos responsables, son anticientíficas. Son contrarias no solo al crecimiento del científico, sino también al crecimiento de un artista«.
Con la lectura de la poesía de Kavafis, «Itaca», se detiene en la perspectiva de la ciencia social como un viaje y de la investigación como un proceso: «La investigación es mente y cuerpo, hay que vivirla apasionadamente, hasta las vísceras. Nos permite conocer si nos sumergimos en el barro de la realidad y nos permitimos escuchar las voces de los otros. Hay que salir y aprender a ver. Hay que ser científico y artista. Esto en la formación del investigador joven es muy importante, sino se termina concibiendo que investigar es fundamentalmente un trabajo teórico, cuando la investigación implica en verdad esta armoniosa conjunción de mente y espíritu, teoría y empiria».
El arte como construcción de conocimientos
«El poder de la danza, de todo conocimiento artístico, no consiste en dominar mentes e imponer criterios, sino precisamente en todo lo contrario: en abrir la inteligencia hacia nuevos modos de comprender la realidad, con los permisos de la libertad«, escribió Guillermo Heras en «El poder oculto de la danza (un pequeño panfleto)», publicado en la Revista Danza, Cuerpo y Obsesión (México, 2007).
María Teresa Sirvent trae la cita y se detiene a explicar el poder epistémico del arte. Y no duda en volver a asegurar: «La generación de conocimiento no sólo es a través de la ciencia. La ciencia tiene su manera de trabajar pero el arte también tiene su manera de trabajar y también puede generar conocimiento, tan importante como el conocimiento científico». Ambas tienen, según la bailarina e investigadora, el poder de desnaturalizar.
Y desnaturalizar o problematizar, según Sirvent, es un derecho: «La problematización desde una perspectiva científica y artística es un derecho social, como el derecho a la educación, a la vivienda, al trabajo».
En cuanto a la emoción que hay quienes asocian al arte pero no así a la ciencia, María Teresa Sirvent advierte: «Justamente, uno de los avances importantes en la metodología de las ciencias sociales es el debate lógico y epistemológico sobre el papel de la emoción y la subjetividad en el hacer ciencia social. La relación de externalidad es característica a la manera convencional de la ciencia, desde una posición positivista, que también muchos la utilizamos pero con conciencia de que son determinadas maneras de hacer ciencia de lo social, no la única. Desde una perspectiva hermenéutica, en cambio, uno de los elementos fundamentales de la investigación es el papel de la subjetividad del investigador, ahí ya entramos en la relación de internalidad o implicancia. Por ultimo, está la valentía que tenemos algunos al adentrarnos en la investigación-acción participativa, donde también asumimos que las unidades de análisis pueden ser parte de las decisiones de investigación».
De este modo, la emoción y la subjetividad son elementos que hacen a la semejanza del científico y el artista, «no sólo desde la perspectiva de la emoción o pasión frente al descubrimiento sino que también, actualmente, tenemos modos de hacer ciencia que asumen a la subjetividad del científico como elemento fundamental para la generación del conocimiento«.
Texto: Rocío Fernández Doval
Fotografía: Paula Kindsvater
Fecha: 16/12/19