Durante 2017, la escritora entrerriana Selva Almada visitó Paraná y –desde el Área de Comunicación Institucional de la FCEDU– conversamos con ella acerca de su paso por la Facultad como estudiante de Comunicación Social (*) | Almada resaltó el recuerdo de Alfieri como un maestro
«Soy de Villa Elisa, que es un pueblo chiquito cerca de Colón. A los 9 años, en la escuela, teníamos un periódico escolar. Lo tuvimos hasta que terminamos 7mo grado. Ahí yo decidí que quería ser periodista», dice la escritora de Ladrilleros, El desapego es una manera de querernos, Chicas muertas –su primer libro de non fiction, quizás el que la reencontró con ese deseo– y el recién estrenado El mono en el remolino / Notas del rodaje de Zama, de Lucrecia Martel.
Selva Almada nació en 1973, creció en aquella Villa Elisa que ha descrito en algunos de sus libros y vino a Paraná, al terminar la secundaria, manteniendo aún la decisión de sus 9 años: ser periodista. «Cuando llegó el momento de venir a estudiar Comunicación, que era lo más parecido a periodismo que había, fue un momento de mucha emoción. Por fin dejar el pueblo, venir a una ciudad más grande y empezar a estudiar eso que hacía años que quería hacer».
Dice que al principio fue raro, «me sentía bastante pascuerana. Mis compañeros eran paranaenses o santafesinos. Estaba incómoda». Además de ser tímida, característica que se atribuye, Selva Almada mantenía aquel objetivo fijo de hacer periodismo gráfico, escribir, y «me decepcionaba tener que hacer otras cosas que no me interesaban como el taller de audio, de gráfica», cuenta hoy, riéndose levemente como quien reconoce haber sabido siempre el desenlace.
Pasados casi tres años dejó Comunicación Social y empezó el Profesorado de Literatura en la Universidad Autónoma de Entre Ríos. Según cuenta, María Elena Lothringer y Guillermo Alfieri, profesores de la cátedra Redacción, tuvieron mucho que ver con ese descubrimiento impensado. «En el taller de María Elena fue donde empecé a escribir ficción. Medio paradójicamente, estudiando periodismo descubrí que me gustaba escribir en ese registro».
Al instante, se detiene en Alfieri: «es una de esas personas que una conserva en la memoria como un maestro. Alguien a quien admirás. Cuando todavía quería ser periodista, Alfieri era un modelo de lo que aspiraba a llegar. Además él después me llevó a trabajar un tiempo a El Diario como correctora y recuerdo eso con mucho agradecimiento», subraya.
Cuando ya estaba dudando de la carrera, recuerda que se encontró con Alfieri en el bar Los Alpes, de la esquina de la Facultad: «Nos juntamos ahí y yo le dije que no sabía lo que quería hacer, que seguía pensando en escribir pero en escribir ficción, cuentos. Él siempre fue muy comprensivo. En esa conversación, entonces, me habló de Daniel Moyano; yo nunca lo había leído ni sabía quién era. Me contó que habían sido muy amigos, que habían estado presos juntos».
«Me parece que te va a gustar y si querés dedicarte a escribir cuentos, leélo», dice Selva Almada que le dijo Guillermo Alfieri.
«Varios años después –concluye– me topé en una librería de viejos con un libro de Daniel Moyano y fue una revelación. Hoy es uno de mis autores favoritos y a eso también se lo debo con mucho cariño a Alfieri».
(*) Entrevista realizada en el marco del proyecto transmedia «La foto salió movida»
Fecha: 5/6/18