Al abrir el panel, el autor de «Comunicación, ruralidad y desarrollo: mitos, paradigmas y dispositivos del cambio» indicó que cuando todavía no había comunicadores ni comunicólogos, pero sí trabajadores de los medios, los contenidos asociados a ellos se impartían en entidades no universitarias.
Explicó que fue en un contexto desarrollista en el que las empresas demandaban capacitación para sus empleados, que a fines de la década de 1950 y durante la de 1960, “ese campo que venía siendo materializado por las prácticas profesionales pasó al sistema educativo y dio sus primeros pasos con instituciones de referencia”.
Como caso por antonomasia, refirió a que en 1959 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) creó el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL).
Para 1970, prosiguió el investigador, el funcionalismo que se enseñaba hasta el momento ya no brindaba respuestas a los retos que teníamos en la región. Fue una época de denuncia ligada a las teorías de la dependencia que criticaban los planteos de la modernización. Comentó que se fundaron organizaciones como la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC), en 1978 y que, a nivel nacional, las universidades comenzaron a absorber los trayectos de formación que brindaban hasta entonces institutos.
Sobre la década de 1980, por otra parte, el especialista señaló que fue un período de mayor estabilidad. “Nos abrimos a la antropología, a la educación, a la semiótica”, dijo. No obstante, aludió a que ese movimiento también conllevó riesgos: “Uno fue que pensamos que podíamos hacer de todo, nos volvimos todistas. Uno de los ejes con los que se pensaba la formación tenía que ver con la integralidad”. El perfil profesional de ese momento era un comunicador que no se especializaba en nada pero era capaz de articular saberes provenientes de distintas ciencias y disciplinas.
“En 1990 nos enteramos de que éramos globales”, expresó Cimadevilla. Dijo además que en esa década se instaló la incertidumbre acerca de cuáles eran los referentes del campo. Sin embargo, señaló: “En la medida en que fuimos profesionalizándonos fuimos ganando autonomía, los tutoriales de las instituciones paradigmáticas fueron quedando en el pasado y la falta de tutorial se compensó con el crecimiento de nuestros grupos de trabajo”. Sobre lo último, expuso que hoy hay numerosos equipos de investigación en todo el país y que la Comunicación ya es identificada como área al interior de las Ciencias Sociales.
Finalmente, afirmó que uno de los desafíos actuales es reformar los planes de estudio que en muchas carreras argentinas tienen alrededor de 20 años. También, que “hay que trabajar sobre las experiencias” y propuso la creación de Observatorios de Inserción Profesional para sondear en qué salidas laborales se desempeñan los graduados.
Sobre Gustavo Cimadevilla
Doctor y Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC). Magíster en Extensión Rural por la Universidade Federal de Santa Maria (UFSM – Brasil). Profesor Asociado del Departamento de Ciencias de la Comunicación-UNRC.
Docente de grado y posgrado en la UNRC; UNR; UNGeneral Sarmiento; UNL. Coordinador del GT Comunicación, Tecnología y Desarrollo de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC). Ex presidente de la Federación Argentina de Carreras de Comunicación Social, FADECCOS. Co-editor académico de la Revista Argentina de Comunicación (FADECCOS). Autor, entre otros libros, de “Grises de la extensión, la comunicación y el desarrollo” (2008). Investigador y consultor en problemáticas de la comunicación, el desarrollo y el medio ambiente.
Líneas de trabajo: Comunicación y ruralidad, desarrollo, medio ambiente, mercados digitales.