El investigador José Luis de Diego expuso sobre la relación entre editor – autor y sus transformaciones | Fue en el marco del 4° CAELE que se está desarrollando en la FCEDU y que finaliza este viernes 12 de noviembre
“Sobre la relación editor-autor” será el tema de la conferencia principal del jueves, segundo día del 4° Coloquio Argentino de Estudios sobre el Libro y la Edición, este año con sede en la FCEDU. José Luis de Diego expondrá en el aula María Elena Lothringer, así se renombró al aula donde confluyen la sala virtual y la presencial, en homenaje a la profesora de la cátedra Redacción para varias generaciones de comunicadores sociales de nuestra casa de estudios y la impulsora de la Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos.
La decana, Gabriela Bergomás, la mencionará en la presentación de la conferencia como una de las protagonistas en esta historia, por cuya visión, entre diversas líneas de trabajo, se logró la creación de la Tecnicatura en Producción Editorial y la posibilidad de recibir en la FCEDU a investigadores, editores y estudiantes en el marco de este encuentro académico sobre la actualidad del mundo del libro.
José Luis de Diego es doctor en Letras, profesor de la Universidad Nacional de la Plata, director del Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales UNLP-CONICET, y se especializa en teoría literaria, literatura argentina e industria editorial. Entre sus publicaciones aparece La otra cara de Jano. Una mirada crítica sobre el libro y la edición (Ampersand, 2015). Ha investigado durante diez años las políticas editoriales en América Latina y España y, en ese marco, se centrará específicamente en la relación entre editores y autores en distintos periodos históricos. ¿Cómo ha cambiado ese vínculo? ¿Qué rol ocupan en la actualidad las y los editores?
El investigador se centrará en tres períodos que marcan características específicas en el rol editorial. El primero, durante la segunda mitad del siglo XIX, está definido por una transición desde un régimen de patronazgo –»el editor patrón»– hacia el mercado editorial. Esto es, durante un tiempo, «el editor ocupará el lugar del patrón o mecenas».
Por otro lado, estaban quienes «se rebelaban ante el editor inescrupuloso e intentaban el camino de la editorial propia. Balzac y Pérez Galdós fracasaron en el intento, o bien porque eran buenos escritores pero no buenos empresarios, o porque dilapidaban sus ganancias o bien porque la presencia del editor en el mercado ya era, para la primera mitad del siglo XIX en Francia y para la segunda en España un eslabón en la cadena de producción y comercialización de las obras». En la Argentina, describirá un panorama similar para fines de siglo, donde se encuentra el caso de la Cooperativa Editorial de Buenos Aires.
En el segundo periodo, durante el llamado boom latinoamericano de literatura, aparece la figura novedosa del agente literario. Primero de Diego se detendrá en la relación de Carlos Fuentes con Arnaldo Orfila y en la de Julio Cortázar con Francisco Porrúa, que en ambos casos fueron relaciones de amistad y mucha confianza. De hecho, en el primer caso «Fuentes se transforma en un autor agente que procura invertir la tradicional relación entre autores y editores». Orfila había sido despedido del Fondo de Cultura Económica de México y Fuentes se solidarizará ante la expulsión conectándolo con autores que le entregarán sus obras para ser publicadas en su nueva editorial de trabajo, Siglo XXI. «Si la expulsión de Orfila incluía sórdidos motivos ideológicos en el marco de la guerra fría cultural, los autores defienden al editor como una suerte de compañero de ruta», señala. De manera que, «la política se ha colocado en el lugar de la contratación principal y la relación contractual capitalista entre editor-autor en una secundaria».
Por su parte, Porrúa como editor oficiaba de mediador entre Cortázar y Sudamericana –pues este despreciaba a su director, López Llausas– y el pacto principal era no hablar de dinero. «Porrúa cerraba el triángulo porque, por un lado defendía el proyecto literario de Cortázar ante sus jefes, pero no dejaba de defender los intereses de la empresa. Gracias a Porrúa y a pesar de los conflictos, Cortázar mantuvo una notable fidelidad a Sudamericana». Por lo menos hasta el 68, dirá el investigador, Porrúa fue el agente literario de Cortázar.
De la relación editor-autor entre Fuentes y Orfila «pasamos a un modelo triangular autor-editor-publisher a la manera sajona en la que el editor funciona como el articulador entre el dinero y la literatura».
Más tarde, el caso de Carmen Balcells Segalà invertirá la lógica de los contratos: «ya no van del editor al autor, sino del autor a través de su agente hacia el editor». Aquí es que aparece, efectivamente, la figura del agente literario: «El encuentro entre Gabriel García Márquez y Balcells en el 65 consolida la práctica hoy difundida de la representación de los escritores a través de sus agentes literarios». Balcells centrará su tarea en un nuevo modelo de relación con los autores: primero es la relación profesional y, después, «debido a mi carácter, intento solucionarles problemas de todo tipo», dirá. «Primero hay que cerrar el contrato y después ir de copas. De esta manera el triángulo es férreo y cualquier intento de puentear al agente estará condenado al fracaso, porque el autor ya no debe hablar de dinero con el editor».
¿Efectos de esta transformación? «Se acabaron entonces las exclusividades –subraya de Diego–. Hoy las editoriales han perdido identidad cultural y ya no se sabe ni importa saber quién editará tu libro. Importa saber quién paga más y de eso se encarga el agente».
En el siglo XXI, el proceso de concentración del mercado editorial ha propiciado un escenario de «edición sin editores», según el historiador Roger Chartier. En este tercer periodo, por un lado, se da el caso de editoriales que, en rigor, no editan sino que imprimen; de manera que desaparece el editing, es decir, el trabajo con autores sobre sus manuscritos. Y por otro, hay un crecimiento reciente y veloz de la autoedición, esto es, autores que hacen imprimir sus obras y las comercialización a través de redes sociales. A diferencia de la autoedición como vía de rebelión contra la mala paga de las grandes editoriales, en este caso, se trata de propuestas vehiculizadas por los propios sellos concentrados. Así, los tres fenómenos concluyen en uno: «el gran grupo editorial propicia, por una u otra vía, la edición sin editor».
En conclusión, estaría desapareciendo el editing en función del publishing. «Si lo pensamos en un ciclo de larga duración, representaría un retroceso al momento previo de la aparición del editor con el que empezamos estas reflexiones, en el que el autor encargaba el trabajo a la imprenta generalmente con el auxilio de un mecenas», advierte de Diego.
La relación autor-editor hoy se reformularía de este modo: autor-agente-empresa editorial, «lo que realmente importa es el acuerdo del agente con el publisher». Como ejemplos del borramiento de editores, de Diego hablará del caso del agente literario Andrew Wylie que decidió vender los derechos en español de la poeta Louise Glück –Premio Nobel de Literatura 2020– al mejor postor «y abandonar a la editorial valenciana Pretextos que había editado 7 de sus 11 libros a lo largo de 14 años, cuando era una perfecta desconocida. En este caso el editor tachado de nuestro esquema tiene nombre y apellido: Manuel Borrás«.
«También tenemos que tachar a Julieta Lionetti, la editora del pequeño sello Poliedro, que publicó en 2003 una novela del desconocido autor Abdulrazak Gurnah, reciente Premio Nobel de Literatura. Al cerrar la editorial, en 2012, los derechos quedaron libres y rápidamente, ahora, se apoderó de ellos Penguim Random House a través de Salamandra, con un estupendo catálogo construido por Sigrid Kraus y Pedro del Carril del que se apropiaron en 2019″, concluyó.
Para terminar, el investigador agregó: «No ignoro que en el mundo de la edición independiente las cosas son diferentes y que allí la figura del editor no sólo logra pervivir sino que ocupa un lugar central». Por lo pronto, ese análisis «quedará para otra oportunidad».